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Siempre vamos a encontrar texturas

Los patos en invierno

Mark sabía que iba a ser un día largo. Llegó temprano y, paciente, se dispuso a esperar el tiempo que fuera necesario: quería verlo, quería tenerlo cerca, quería hacerle una pregunta. Para entretenerse, cruzó a la librería y compró una edición barata de la novela de J.D. Salinger.

Volvió cuando había movimiento en la puerta: la niñera salía a pasear con el hijo menor, que por entonces tenía cinco años. Mark se acercó, habló brevemente con ella y hasta saludó al nene con un apretón de manos.

«Si de verdad quieren que se los cuente, lo primero que probablemente querrán saber es dónde nací, cómo fue mi infancia de porquería, qué hacían mis padres antes de tenerme y todas esas idioteces a lo David Copperfield, pero, para serles sincero, no tengo ganas de ponerme a contar esa clase de cosas»: Mark estaba tan metido en la historia de El cazador oculto que no se dio cuenta que él había salido y se había subido a un taxi.

Es que pasó todo muy rápido. Mark se insultó en voz baja; no podía creer que se hubiera distraído así. Todavía había gente esperando, eso quería decir que él iba a volver. Guardó, entonces, el libro y se acercó al resto de los fans: mezclado entre la multitud, pensó, tendría más posibilidades.

Y así fue. Cuando él regresó logró parársele adelante. Le sonrió emobobado, le pidió un autógrafo ─un fotógrafo registró el instante─, no se atrevió a abrazarlo pero le dio una palmada en el hombro. Más tarde declararía en el juicio que en ese momento quiso irse, pero algo diabólico lo retuvo.

El protagonista de El cazador oculto se llama Holden Caulfield. Holden tenía la fantasía de cuidar a su hermanita y a un grupo de chicos que jugaban en un campo sembrado de centeno junto a un precipicio. Él sería el guardián que evitaría que se cayeran. Su misión consistiría en atraparlos y devolverlos al juego sin retos, ni sermones, ni mandatos. Evitar la caída: el fin de la infancia. Pero mientras pensaba en eso, el propio Holden estaba agobiado por el desconcierto de la adolescencia: ¿A dónde van los patos en invierno?, se preguntaba.

Un par de horas después, Lennon volvió a salir. Mark David Chapman sacó el revolver y le pegó cinco tiros. La agonía duró pocos segundos, un disparo le había atravesado la aorta. Chapman no huyó. Los policías lo encontraron en la puerta del edificio Dakota: leía. Les dijo que había ido a ver a Lennon porque sabía que él tenía la respuesta de hacia dónde iban los patos.

Pasaron cuarenta años. El invierno se acerca al hemisferio norte.

Por Patricio Zunini

Patricio Zunini (Buenos Aires, 1974) colabora con medios nacionales e internacionales. Es autor de, entre otros títulos, "Fogwill. Una memoria coral" (Mansalva, 2014), "Qué es un escritor. 100 preguntas sobre literatura argentina" (Pánicoelpánico, 2018) y "Román" (2020)